¿Por qué los activos intangibles son imprescindibles para tu empresa?
La importancia de los activos intangibles para cualquier empresa es innegable. Históricamente, su valor ha ido ganando terreno frente a los activos tangibles, lo que generó un cambio de paradigma importante en la contabilidad tradicional.
En 1975, los activos intangibles representaban solamente el 17% del valor de una empresa frente al 83% de los tangibles, como son los bienes raíces, el efectivo o el inventario.
Sin embargo, en un lapso de medio siglo, la economía de las empresas ha dado un giro radical: hoy en día las patentes, el software, las marcas, las bases de datos, entre otros activos intangibles, constituyen el 90% del valor de las S&P 500.
La magnitud de su importancia en la actualidad se entiende en un contexto más amplio, donde cuestiones como la economía del conocimiento, la responsabilidad social, o el escrutinio público sobre el quehacer empresarial han tomado fuerza.
Así pues, los activos intangibles continúan siendo los de carácter no monetario y sin apariencia física, pero cuyas repercusiones en el mundo real de las compañías tienen una poderosa influencia.
En este post nos dimos a la tarea de recopilar los aspectos más importantes de los activos intangibles, desde su función primaria, los tipos principales, y las mejores prácticas para gestionarlos.
¿Qué son los activos intangibles y cuál es su importancia para las empresas?
Si pensamos en los activos intangibles como aquellos que no son de carácter físico, debemos explorar qué otro tipo de características los define. Esto porque, si bien todo activo intangible puede distinguirse por no ser físico, no quiere decir que cualquier elemento no físico sea un activo intangible.
¿Un tanto confuso? De acuerdo. Entonces, partamos de establecer que, para considerar un bien no físico como un activo intangible, debemos identificar el tipo de valor que agrega, y esto generalmente ocurre cuando lo ubicamos dentro de las cadenas de producción de valor.
Por ejemplo, pensemos en un teléfono celular. Los componentes con los que se elaboran estos dispositivos pueden provenir de diferentes geografías: los microprocesadores se fabrican en Corea del Sur, la pantalla táctil en Estados Unidos, y el ensamblaje de las diferentes partes ocurre en China.
Desde ahí, el producto finalizado llega a los almacenes donde se distribuye a los minoristas y los consumidores pueden comprarlo. En este proceso, ¿dónde quedarían los activos intangibles y cuál sería el valor que adicionan?
Las materias primas, la fabricación de las piezas, el ensamblaje, y la logística, tienen un costo-valor por sí mismas. Pero es gracias a cuestiones como el diseño del equipo, el registro de la marca, o la patente de la tecnología, que las piezas físicas tienen un valor más allá de su costo unitario. Hasta aquí podemos ir entendiendo qué hay detrás del valor de un iPhone, por ejemplo.
Gracias a elementos como los que mencionamos es que las diferentes marcas –de teléfonos, autos, ropa, entre otras– se diferencian entre sí, generando competencia. A esto se suma que, en la actualidad, el público consumidor busca tener numerosas opciones, con diferentes rangos de precio, sin sacrificar la calidad.
Ya que profundizamos un poco más en el concepto de activos intangibles, resta hacer una diferenciación clave frente a los tangibles, sobre todo para comprender su valor y el porqué su gestión adecuada es indispensable para su valuación.
Tangibles vs Intangibles
Los activos intangibles pueden ser difíciles de evaluar –después de todo, no tienen una referencia física o valor de uso palpable–, sin embargo, son críticos para el aspecto, la percepción, la funcionalidad y el atractivo de prácticamente todos los productos que se consumen en el mercado.
En ese sentido, los especialistas coinciden en que, a pesar de que es complejo aprehender su valor de la misma forma que los activos tangibles, es posible tener un estimado de su impacto en el balance general de una empresa.
Por ello, los activos intangibles se clasifican en dos categorías:
- Indefinidos: aquellos que permanecen mientras la operación de la compañía dure, por ejemplo, el logo o la marca.
- Definidos: se trata de aquellos que tienen una fecha de expiración, como sería un acuerdo de explotación de una licencia o una propiedad intelectual.
Dado que los activos intangibles no tienen el valor evidente de un bien raíz o maquinaria de trabajo, realmente prueban su valor para una empresa en el largo plazo.
Un ejemplo muy claro sucede con empresas de alcance internacional, las cuales no generarían el mismo volumen de ganancia, si no fuera por el dinero que producen a través de su reconocimiento de marca.
Paradójicamente, es algo que en sí mismo no posee valor alguno, pero sin ello habría una disminución significativa en algo tan evidente como las ventas.
Para abonar un poco más de claridad a la discusión, conviene recuperar los tipos principales de activos intangibles que más valor aportan a las empresas en la actualidad.
Activos intangibles: una tipología
La reputación, la propiedad intelectual y la responsabilidad empresarial (definida por los criterios ESG), son tres pilares fundamentales de los activos intangibles. Veamos algunas de sus características principales.
Reputación corporativa
Se trata de la percepción colectiva que el mercado y la opinión pública tienen de una organización empresarial, considerando las consecuencias de sus acciones pasadas así como las expectativas respecto a su futuro.
Como generalidad –aunque no de forma exclusiva–, se consideran dos elementos principales que componen la reputación de una empresa: por un lado, su desempeño, que se mide por retorno de inversión que le genera a sus accionistas; y por el otro, su participación e influencia en asuntos de índole social.
Una forma menos esquemática de comprender lo anterior es que la reputación corporativa es de carácter holístico: se compone de múltiples factores que responden a situaciones contextuales particulares.
Como prueba de su importancia, durante la última década el dividendo de la reputación en la valoración global de una compañía se duplicó. El promedio del valor que representa la reputación del top 10 de las S&P 500 es de 55%, con Apple a la cabeza (56.9%), seguida de Amazon (56.4%), Alphabet (55.9%), y Microsoft (55.3%).
Por ello, cuando hablamos de reputación corporativa, nos referimos a un activo intangible reconocido como parte del valor de una empresa. Es un impulsor clave de la oferta de valor de un negocio, puesto que la dinámica de las diferentes partes interesadas o stakeholders hacen de ella una entidad en permanente estado de cambio.
Una serie de buenas prácticas que se pueden considerar para una administración adecuada de este activo intangible es:
- La reputación no se puede controlar: a medida que la empresa permita que su reputación se desenvuelva de manera orgánica, sus iniciativas pueden generar una mejor percepción.
- La comunicación con el público es clave: contar con un equipo de profesionales para el monitoreo y análisis del impacto en medios de comunicación de las empresas es importante para una buena ejecución de las iniciativas.
- Interactúa con las partes interesadas: decide estratégicamente a cuáles audiencias buscas mantener informadas, o bien, involucrarlas activamente.
- Medir para gestionar: es de primera importancia brindar datos y tener objetivos claros para saber cuáles iniciativas han dejado de funcionar, y cuáles son indispensables en el corto plazo.
- Impactar positivamente a la comunidad: las empresas deben asumir su rol como parte de la comunidad y honrarlo con acciones puntuales, ser congruentes no solamente en el discurso.
Propiedad intelectual e industrial (PII)
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual define la propiedad intelectual como toda creación de la mente, que pueden ser inventos, obras literarias o artísticas, diseños y símbolos, así como nombres e imágenes utilizadas con fines comerciales.
Además del tipo particular mediante el cual se expresa, la PII está protegida por una serie de figuras legales que otorgan el reconocimiento y los beneficios financieros a las personas (físicas o morales) que la crean o resguardan.
Algunos ejemplos de estas figuras son:
- Derechos de autor (copyright): describe los derechos que los creadores tienen sobre sus obras literarias y artísticas. La cobertura de esta figura incluye libros, música, pinturas, esculturas, películas, así como programas de computación, bases de datos, publicidad, mapas, y dibujos técnicos.
- Patentes: derecho de exclusividad sobre una invención que, en términos generales, brinda al propietario la potestad de decidir la manera en que otros pueden hacer uso de su invento.
- Marcas registradas: identificador de los bienes y servicios que ayuda a diferenciar la oferta de una o más empresas. Las compañías las utilizan como la “firma” que las distingue de sus competidores.
- Diseño industrial: protección al ornamento o aspecto estético de un artículo o producto. Sus rasgos se dividen en dos categorías: una tridimensional, que incluye la forma o superficie del objeto; y otra bidimensional, como los patrones, las líneas o el color.
- Denominación de origen: certificado sobre aquellos bienes a los cuales su lugar de proveniencia les brinda cualidades, reputación y características únicas.
- Secretos comerciales: información que puede ser vendida, ya sea como propiedad o bajo licencia.
Generar valor a partir de la propiedad intelectual e industrial, al tiempo que se previene que terceros la utilicen a su favor fuera del marco legal, es algo que ninguna compañía debe pasar por alto.
Criterios ESG
ESG es el acrónimo de Environmental, Social, and Governmental, una serie de criterios que las empresas siguen y los inversionistas buscan para generar un portafolio que demuestre su compromiso con el medio ambiente, la sociedad y la administración responsable de sus activos.
En otras palabras: se trata de la manera en que las empresas y los inversionistas comunican al público con acciones concretas que buscan impactar positivamente su entorno, y que no están centradas únicamente en generar ganancias.
Ciertos inversionistas, de un tiempo para acá, han demostrado un creciente interés en incorporar sus valores y creencias en el tipo de inversiones que realizan, dejándose guiar por una visión holística (que conjuga aspectos empresariales y económicos, con sociales y medioambientales) al momento de elegir hacia dónde destinar recursos.
Incluso, algunos fondos de capital de riesgo están comenzando a integrar programas de ESG para empresas en etapas de crecimiento. Esto desmitifica la creencia de que los criterios ambientales, sociales y de gobernanza son restrictivos de empresas en fases de consolidación o expansión.
Los criterios ambientales se refieren a aquellos que sigue una compañía frente al uso de energías renovables, su programa de manejo de desperdicios, la contaminación del aire o el agua que pudieran causar sus operaciones, así como su postura frente al cambio climático.
Los criterios sociales van desde las políticas de reclutamiento hasta la cultura organizacional, y la manera en que éstas se relacionan con el marco social al que pertenecen. Se toman en cuenta las políticas de compensaciones para los empleados y altos ejecutivos, las innovaciones en la cultura organizacional, el bienestar de los colaboradores, e incluso la postura de la empresa frente a asuntos de interés público.
Por último, los criterios de gobernanza se refieren a cómo los altos mandos gestionan la empresa a su cargo. Es decir, cómo los ejecutivos de más alta jerarquía atienden a las diferentes partes interesadas en su negocio: empleados, proveedores, accionistas, clientes, y también sobre la manera en que retribuye a la comunidad.
En la actualidad es de primera importancia que las empresas –sin importar su tamaño– tengan en cuenta estos criterios debido a los siguientes factores:
- La inyección de capitales en ESG crece exponencialmente porque los inversionistas buscan reducir el costo y el impacto negativo de las empresas en las que invierten.
- No solamente los inversionistas tradicionales, sino que también el capital de riesgo está interesado en superar la cultura del crecimiento a toda costa, por lo que comienza a optar por proyectos de inversión más responsables.
Para terminar
Desde hace casi medio siglo que se conoce la importancia de los activos intangibles en el bienestar de una empresa, no solamente financiero, sino también en su relación con el público y con sus empleados.
La inversión en su cuidado y fortalecimiento es crucial para el éxito de cualquier compañía, sin importar su tamaño.
A medida que la economía del conocimiento se ha probado como factor de información constante para el consumidor, éste ha comenzado a pedir cada vez mejores productos.
Entablar una relación sana con el público objetivo de los bienes y servicios que ofrecen las compañías depende en buena medida de la calidad con que protejan sus activos.
Los activos intangibles son decisivos para aprovechar nuevas oportunidades de mercado.